lunes, 25 de junio de 2007

Ahora lo comprendo todo (10.04.06)

Ahora comprendo tanto misterio, tanto secreto, y ese chisporroteo que emanaba salpicando su frente. Ahora comprendo su gimnasia, los dedos nerviosos como rabitos de salamanquesa, la parálisis de su pecho qué ni respiraba acunando no sabía qué sueño iniciado no se donde, y descubrí ese flujo que se escabullía por la grieta de sus párpados con la mirada impaciente, inquieta que tentaba la cama, el muro, la puerta sellada, el suelo y los barrotes de la ventana con un vaivén insoportable de péndulo de Fucó. Cinco días he tardado en recuperarme. Cinco días andando y desandando los dos metros y medio del cuartucho como carretera sin fin que me llevara a la conchinchina.

Para medir el tiempo no sirve la misma vara en todo los rincones aunque los relojes marquen sus horas, porque el tiempo, caprichosamente se me invierte o acelera según las condiciones, y es que no me pasaron las horas de igual forma cuando estuve de parto qué en la celebración de mi boda, trabajando qué estando parada, cuando fui niña qué viajando al hospital al encuentro de mi hermano, y aunque me dijeron y repitieron que estaba grave, yo intuí que murió en el accidente (quizás por esa amargura de las ondas cartesianas)…

Y éstos días, rotos los relojes, el tiempo ha sido inverso, desacelerado, alargándome las horas y las noches como carretera perdida, perpetua, donde mis pies se han movido sin avanzar a modo de galga en cinta andadora. Desde luego qué ahora lo comprendo todo. ¡No soy ninguna tonta!
A mi compañera le ha pasado algo que no le había pasado nunca. Lo guardó en secreto, esperando. Y le llegó la noticia. Ella fue admitida a ser uno de los presos que hicieran el camino del Rocío. ¡Vaya jugada! Y yo, aquí sóla en éstos días, no he sabido si me alegraba por ella o lamentaba mi laicismo, porque salir de estos muros y andar, andar 50 km entre parajes luminosos, sol, aire en la cara, olor a madrugada… andar sabiendo que verás a la familia, ¡Oh! comer con los tuyos, besarlos… abrazarlos… ¡Envidia! Por un momento sentí envidia. No por la religiosidad de mi compañera sino porque no sé si por un instantes de libertad, yo sería capaz de vender mi alma, mis principios.

¡Miente katya! ¡Engaña katya! ¡Falsea!… Truécate en la más fervorosa de las presas, y únete al antro religioso porque está visto que “con la iglesia hemos topado”. Todo por ver a tus hijos, todo por tocar a tu marido, todo, todo. No seas como los mártires cristianos dejándote matar en las arenas de éste circo por defender tu creencia. Olvida qué Jesús entró en el templo de Jerusalén y se puso a echar a los que vendían y compraban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas; y no consentía que nadie transportase objetos atravesando por el templo. Olvida qué luego se puso a enseñar diciendo: "¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pues vosotros la tenéis convertida en una cueva de Bandidos… (Mc.11,15,25)".
¡Olvida katya!, ¡olvida!, qué te quedas sin salir ¡eh!. Sin ver a los tuyo… Mira a esos 200 que irán a la madrugá. Mira cómo se mueve Monseñor Amigo para conseguirles la licencia, y tú aquí, muerta de asco con tu agnosticismo. ¡Miente katya! ¡Engaña katya! ¡Falsea!... Truécate en la más fervorosa de las presas, únete al antro religioso de ésta iglesia que se le reverdece el rabo, porque nadie gestionará que las presas salgan de los muros por otros eventos. ¡Maldita ………. qué todo lo puede!...
©katya

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