viernes, 22 de junio de 2007

La isla de los nombres (05.04.06)

Vita soy nada porque en un lugar recóndito del castillo encantado se afinca la memoria virgen que se cuartea en múltiples parcelas sin labrar. El tiempo las ara, siembra, vigila, mima, y las parcelas florecen custodiadas por el guardián de la experiencia. Son tantas las parcelas que atender que a veces, caprichosamente el tiempo descuida la labranza de alguna de ellas.

En el castillo encantado de mi memoria el tiempo labra a escondidas el terreno de los nombres, con tanto celo guarda estas flores qué permanecen ocultas, produciéndome tal ceguera, que los nombres de las personas, los países, las ciudades, las cosas, aparecen en blanco en el mapa de mi lengua.

¡Ay! Parcelas cuarteadas de la memoria, ¿A dónde están las flores de mis nombres? ¿Por qué laberinto he de cruzar sin perderme, qué nave pilotar que no se derrumbe, y por cuántos mares navegar para arribar con éxito en ésta parcela de epígrafes?

Y vivo esperanzada en que algún día, no se como ni cuando, al alcanzar la orilla descubriré que la parcela no es tal parcela, sino una isla florecida de nombres malvas, amarillos, verdes, rojos, y trenzaré una cometa con sus pétalos, y montada en mi cometa surcaré el cielo con mil cestas de pimpollos coloreados en la cola.

Pero hoy, el guardián de la experiencia sigue inflexible, rígido, impertérrito encarcelando los nombres, entre tanto, yo libo ardorosamente en el nombre: LIBERTAD

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