jueves, 21 de junio de 2007

LA SED (03.04.06)

Durante sus diez años de reinado, el sanguinario Príncipe Drácula, sació su sed matando empaladas a más de cincuenta mil personas. Pero no todos podemos saciar la sed venga ésta de donde venga.

Dicen que la muerte por sed es una de las más horrenda, y yo estoy sedienta de murmullos en el transistor que me cuenten que las abejas ven colores que no vemos, y que aunque vean por encima del violeta, el rojo no lo ven rojo sino negro, o que en los desiertos de Estados Unidos los cactus llegan a medir hasta quince metros de altura, y que Thomas Édisson necesitó cinco mil intentos antes de conseguir que la bombilla se encendiese.

Pero mi sed no se calma en éste patio eterno, donde el manantial del que bebo son las presas encerradas en sí misma, herméticas, que enterramos los sueños e ilusiones en montones de archivos polvorientos en el cerebro, y si Bram Stoker escribió El Conde Drácula basado en la vida del Príncipe Drácula, fue porque bebió de la fuente del conocimiento.

Y me pregunto: ¿Cuántos días preciso para ser nada? En qué esquina de mi vida nacerá el abandono y cuándo se acabó mi resistencia… Seguro que lo sabría si supiese cuánto tiempo vive el hombre sin beber agua.

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